"Fentanilo: la frontera entre la batalla y la reconciliación entre EE.UU. y México" | EL PAÍS México
En los últimos años, el fentanilo ha evolucionado de ser simplemente un desafío de salud pública a convertirse en un término que marca las complejas relaciones entre Estados Unidos y México. Mencionar fentanilo es evocar narcotráfico, violencia y fallecimientos. En nombre de este opiáceo, se detuvo en julio a Ismael "El Mayo" Zambada, líder del Cártel de Sinaloa, durante un oscuro operativo que culminó con su arresto en territorio estadounidense. En ese momento, ya se hablaba de una estrategia electoral: los republicanos denunciaban a los cárteles mexicanos, es decir, al fentanilo que cobra la vida de aproximadamente 100,000 personas anualmente en Estados Unidos, y los demócratas no podían permanecer al margen de esta misma narrativa. Meses después, con Donald Trump a punto de tomar posesión en la Casa Blanca, el fentanilo continúa envenenando el debate entre ambas naciones.
Esta semana, la presidenta Claudia Sheinbaum presentaba una campaña preventiva dirigida a los jóvenes para evitar el consumo y aprovechaba para recalcar que en México no es un problema de salud ni tampoco se produce fentanilo. Al otro lado de la frontera sostienen lo contrario y piden explicaciones. A la espera de que el equipo de Trump se haga con los mandos, el embajador estadounidense Ken Salazar se despidió el lunes de México con talante diplomático, pero sin paños calientes sobre esta droga: “Hay fentanilo en México y se produce en México, pero ese debate no nos llevará donde tenemos que ir”, afirmaba. Sin embargo, para una personalidad como la del presidente electo, el debate es tan provechoso como el combate. Y al mismo ritmo que deja caer sus amenazas sobre declarar organizaciones terroristas a los carteles, México redobla sus gestos: en las últimas semanas han sido detenidas casi 7.000 personas relacionadas con el narcotráfico, las redadas antidrogas han multiplicado los decomisos y recientemente se han retenido medio millón de pastillas de fentanilo solo en Sinaloa. En el terreno legal, se ha incorporado la prisión preventiva oficiosa para los crímenes relacionados con el fentanilo.
Los gestos por parte del Gobierno de Sheinbaum tratan de aminorar el choque que todo el mundo espera a partir del 20 de enero, cuando Trump tome posesión como presidente. Llegado ese día, México tendrá algunas cifras y proyectos de seguridad que mostrar al vecino del norte. Mientras, el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, está instalado temporalmente en Sinaloa, tratando de apagar un fuego entre carteles que ha dejado ya más de 600 cadáveres en el Estado norteño tras el puñetazo en la mesa de Estados Unidos que supuso la captura del Mayo. En la peculiar guerra contra las drogas suele decirse que México es quien pone los muertos, por la violencia que se genera, un promedio de 100 homicidios al día. Pero el fentanilo también ha contrariado esa realidad, con varios cientos de víctimas mortales al día entre los consumidores. La crisis ocasionada en Estados Unidos por el adictivo fentanilo es más ruidosa que toda la cocaína junta de décadas atrás, un problema de orden social insoslayable para la clase política. La emergencia sanitaria se ha traducido pronto en un asunto de relaciones exteriores que en manos del imprevisible líder republicano siembra de incertidumbre al Gobierno mexicano.